La colecta de la Cruz Roja: ¿Distorsión de la caridad?
Edición 1033, 13/Agosto/2009
Por Enrique Vidales Ripoll
Pocas veces, cuando se tiene una idea para el análisis de una situación para el plantear un artículo, surgen motivos inmediatos que refuerzan lo que uno ya ha concluido sobre el asunto a desarrollar. En momentos previos de sentarme en la computadora para escribir el fondo de lo está sucediendo cada año con la colecta de la Cruz Roja, un automovilista invade el carril en una calle de doble sentido y provoca un accidente al impactarse de frente una motocicleta, que al impacto, provoca que su conductor, un repartidor de pizzas, saliera despedido en el aire.
Por el ruido del impacto, los vecinos salimos y nos preocupó darnos cuenta de la posible gravedad del señor que se encontraba tirado, en plena calle alrededor de las cinco de la tarde, en el pavimento caliente por las altas temperaturas que han asolado en esta semana a la entidad.
Por obviedad era imprescindible evitar cualquier movimiento del accidentado, mucho más cuando era evidente una herida cortante en su pierna derecha a la altura de la rodilla. La recomendación es esperar que los paramédicos, especializados en estos casos, tomen las mejores decisiones que impiden mayores daños a partes sensibles del cuerpo, como lo sería la columna vertebral después de un impacto de esta naturaleza.
Lo increíble de la situación, es que apenas 100 metros de distancia del incidente de tránsito, se encuentran las instalaciones de la Cruz Roja del Oriente, la que se encuentra en la Avenida Quetzalcoalt, y aún a pesar de la mínima distancia y ser avisada del accidente, fueron pasando los minutos y los minutos… y no aparecía una ambulancia.
Entre los vecinos no faltó que comentará el absurdo y lo patético de la situación que se presentaba. “A lo mejor, si fuéramos a la Cruz Roja y entre todos empujáramos la ambulancia, ésta llegaría mucho más rápido” – afirmó uno de ellos provocando la hilaridad entre las personas, mientras que en la calle yacía el herido que, como si fuera encantando, no se le movía.
Para no hacer largo más el cuento, fue una ambulancia del Gobierno del Estado, la unidad Y-1, que llegó, casi a la media hora del incidente, que en simple inspección rápida al accidentado no le vieron muchos problemas. Lo que todos ahí presentes deseábamos que así fuera.
En estos días se insiste en la importancia de ayudar a la Benemérita institución, la Cruz Roja, con la colecta que año con año realiza. Para ello, en diversas instituciones civiles y de gobierno, escuelas, bancos y hasta tiendas comerciales, se invita a la gente a realizar una donación, que entendida en ese sentido, debe nacer del compromiso ético y moral de los ciudadano en dar un poco para ayudar más a una institución que se dedica a la atención de la salud, especialmente en casos de accidentes.
Pero quien ha utilizado los servicios de la Cruz Roja, por lo menos en sus instalaciones del oriente, saben que las consultas cuestan 80 pesos, que una inyección se cotiza en cinco pesos, y cualquier curación se deberá pagar las gasas, utensilios y otros elementos que se requieran para la misma.
No es malo, pero si causa suspicacia que cuando uno paga, las personas que atienden expiden un recibo de donación.
Creo que podemos entender que la donación altruista debe ser una acción voluntaria que consistiría en la entrega gratuita de artículo a donación, como en este caso es el dinero, con la intencionalidad de mejorar la situación económica y social de la entidad, individuos u organización a la cual está dirigida.
¿Existe voluntariedad cuando ya se tienen cuotas preestablecidas como pago del servicio prestado? ¿Qué sucede si una persona que llega, por ser una necesidad, y no tiene dinero para pagar los 80 pesos?
Comparado con las tarifas de atención del Dr. Simi, que es una empresa al fin y al cabo que tiene la misión de generar utilidades y ganancias para los inversionistas, equivalen a la consulta de dos o casi tres pacientes. ¿O no?
Pero también lo que vale la pena resaltar es la OBLIGACIÓN en las escuelas públicas, donde a cambio de un lápiz, que en muchas ocasiones ni sirven porque no se le sale punta por más que lo tajan y tajan los alumnos, los niños deberán pagar 4 pesos. Cuando el salario mínimo no alcanza para cubrir las necesidades primordiales de alimentación adecuada y de protección, hay niños que para pagar esa cantidad, hacen un verdadero esfuerzo para cubrirlo.
No esta mal que con ello se pretenda enseñar el ejercicio de la caridad, pero por la obligatoriedad, tampoco se genera una consciencia de verdaderamente apoyar a una institución que debería velar y apoyar a la ciudadanía en casos de accidentes. Porque se cubre una necesidad primaria, pero como sucede con los impuestos, que por ley debemos pagar y son necesarios para la obra pública, la desconfianza en las autoridades y su obligatoriedad hacen el binomio en la decisión de mejor pasarse de largo.
Posiblemente el caso relatado al principio sea solitario y extraordinario, pero al final, representa esa discordancia que existe entre el compromiso y servicio de las instituciones como respuesta a la exigencia y respuesta que se solicita y espera de los ciudadanos.
(E.V.R. Mérida, Yucatán. Abril de 2009)